*Llueve en Barranquilla y ambos esperan que escampe. El maestro depende de los carros que se parquean en frente al lugar donde permanece, para cuidarlos y alimentarse con lo que le pagan los propietarios de los automóviles. Mientras que Oswaldo, el guacharaquero desea seguir caminando hacia la calle 84 con carrera 43, su espacio de trabajo.
Por Álvaro Rojano*
Oswaldo canta mientras el sonido de los rayos ahogan su voz, la lluvia arrecia, las gotas que caen del techo del edificio donde estamos ubicados golpean y mojan la escalinata inferior del bordillo donde estos se sientan. Ellos se recuestan al vidrio mostrador de un almacén y mientras lo hacen el cantante interpreta parte de canciones que hacen mención de la lluvia, indicando el género al que pertenece cada una.
Está sentado sobre una bolsa plástica en la que lleva prendas de vestir, elementos de aseo, una cobija, que usa mientras permanece en la zona de trabajo que ha establecido: los restaurantes que están sobre la 43. En ellos recibe monedas y algunas veces billetes que le dan los clientes de estos establecimientos, después de cantar tres canciones por mesa.
Deja de cantar y de sonar la guacharaca, entonces le comenta al maestro que él permanece 10 o más días por la calle 84, tiempo en el que duerme en una bomba de gasolina. Los 28 de cada mes regresa a la residencia donde acostumbra a arrendar una habitación cuyo costo oscila entre $15 y $20 mil pesos. Lo hace después de recibir el dinero que le envía su hermana desde Santa Marta, con el que varios días de habitación. Además, le asegura que es el tiempo que utiliza para que su voz descanse. Después debe regresar a las calles a cantar para sobrevivir, a veces comiendo dos veces al día.
Oswaldo sueña con grabar canciones en el género vallenato, porque es el que le gusta, pese a cantar boleros, rancheras, tangos, salsa, guarachas. Le asegura al maestro que con su voz triunfaría, pero que nadie le ha brindado una oportunidad. Y mientras relata lo que ha sido su vida como músico, su primera presentación en una escuela del barrio Pescaito, recuerda que le quedó debiendo tres mil pesos al propietario de la residencia, además, que son las tres de la tarde y no se ha ganado las primeras monedas para poder comer.
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