*En 60 años de historia de la Universidad del Magdalena Erickstan Rodríguez Rodríguez, el profesional universitario asignado a la oficina de Tesorería, escudriña en su recuerdo episodios inéditos para la opinión pública sucedidos en la Alma Matér y que relata con una pluma cargada de emoción y sentimiento a través de edgarsalas.com.co
Por: Erickstan Rodríguez
Fue un 20 de enero de 1997, mi primer día como contratista de la Universidad del Magdalena, asignado a la Vicerrectoría de Educación Abierta y a Distancia (VEAD). Llego al despacho del que sería en adelante mi jefe, Tony De la Cruz Restrepo, un sociólogo con visión de académico y corazón de artista, su primera disposición fue integrarme al grupo de trabajo financiero de la Vicerrectoría, pero su primera recomendación fue: “Erick, aquí en la Universidad todo debe pasar por la oficina de presupuesto, desde lo más pequeño hasta lo más grande que se haga, así que lo primero que vas a hacer es conocer y relacionarte con Ricardo Campo que es el jefe de la oficina, Anita y Teo que son sus colaboradores” a partir de allí fui soltado a mi suerte.
Llegué tímidamente a la oficina de Presupuesto, un cubículo con paredes blancas en el que estaban tres personas; al fondo un hombre gigante detrás de un escritorio, con un libro grande de pastas negras y hojas de más de un metro de largo con infinidad de anotaciones numéricas; a un lado una mujer igual de alta, corpulenta y sonriente, con otro libro igual de atemorizante, al otro lado una muchacha delgadita, cabello negro azabache amarrado con un moño y detrás del único computador de la oficina.
Tenía otra recomendación, “Háblate con Teotiste Mozo, ella está contratada por Distancia y dile que vas de parte nuestra”, fue lo que me dijo Milagro Ponce, una compañera de trabajo que acababa de conocer en la Vicerrectoría. Así lo hice, pregunté quién era Teotiste, me presenté y le pregunté cómo era el proceso, ahí inició mi vida de aprendizaje permanente, ella me presentó con el jefe y con Anaflora Jiménez y desde ese momento comenzó una comunicación constante y colaboración reciproca entre nosotros.

Presupuesto era la oficina central de cualquier proceso que se quisiera llevar a cabo en la Universidad, Ricardo era el punto de referencia para toda la información financiera institucional, Teo era la que recibía las solicitudes de las diferentes dependencias, las revisaba, las tramitaba y era la alimentadora de los libros gigantes y Anita en su computador, era la que llevaba el control de la ejecución presupuestal, elaboraba los certificados de disponibilidad y era una de las dos manos del jefe. La Universidad del Magdalena giraba en torno a esa dependencia, por ello era el blanco perfecto cuando el Sindicato de Trabajadores quería parar las actividades.
Anita estaba relativamente recién nombrada como funcionaria de planta, desde el periodo de Oswaldo Pérez Molina, un rector que al salir del cargo se lanzó a la Gobernación y su slogan fue ‘Manos Limpias’, desde entonces más nadie por lo menos en la U, lo llamó por su nombre…!Allá va manos limpias ve! Era muy común escuchar en el campus.
Anaflora estaba afiliada al sindicato de Trabajadores Oficiales de la Universidad, los constantes paros son memorables, los sancochos comunitarios en la entrada de la U, era su forma de mantenerse unidos al lado de pancartas y pasacalles, las arengas sindicales eran fuertes y directas, nadie quería que lo cogieran en sus canticos y en sus coritos celestiales, yo pasaba y no me atrevía ni a mirarlos, aunque muchos de ellos eran mis amigos.
Era una época en la que se estaba gestando un nuevo movimiento al interior de la Universidad, directivos, estudiantes, docentes, funcionarios y contratistas, participábamos de agendas programáticas para que la Universidad no se detuviera, la contratación tenía que seguir su marcha, era fundamental que lo administrativo no parara y para ello se necesitaba de Anita, quien estaba en plena movilización sindical.
Un día cualquiera llego a Presupuesto buscando información para la elaboración de un informe y averiguando por el trámite de unos CDP que desde la Vicerrectoría de Educación Abierta y a Distancia se habían solicitado; en la oficina del jefe estaba un grupo de personas preocupados por la situación que se estaba viviendo, entre ellos Romualdo Macías, el jefe de servicios generales, quien me dice “Hey Erick ven acá, necesitamos sacar a Anita de la huelga, para que nos haga los tramites que necesitamos”. Ricardo Campo propone “Vete, por atrás, como quien no quiere la vaina y habla con ella”.
La operación en cubierta tenía que resultar exitosa, so pena de caer en desgracia y entonado en un corito celestial, pasé primero hacía el portón de entrada y la veo, ella estaba al lado de Inírida Valera Albus, una secretaria de Recursos Humanos, tímidamente les salude desde lejos continuando mi camino hacia ninguna parte. De regreso llegué con paso resuelto a donde estaban las dos, sabía que Inírida era de confianza y no me iba a delatar, me ubiqué en medio de ellas y le dije “Anita el doctor Campo, quiere que lo ayudes con unos trámites, que sólo tú manejas”, ella miró hacía todos los lados y me respondió entre dientes: “Vete y yo voy ahora a tomar agua”.

Media hora más tarde Anaflora llegaba al Bloque Administrativo, ‘a tomar agua’, entra como un fantasma a su puesto de trabajo, mientras que Romualdo había dado instrucciones para que ningún otro sindicalista entrara, ella logra evacuar en tiempo récord, los requerimientos pendientes y vuelve a sus actividades de protestas.
Así siguió Anaflora Jiménez, todos los días escampándose del Sindicato, en cualquier momento, cuando menos la esperaran y haciendo el trabajado que debía hacer, como una contribución para que la Universidad no parara, no se detuviera. Romualdo, como un Lancelot protector seguía vigilante de la puerta para que no la descubrieran.
Pero…Lo que se hace en la Universidad se sabe en la en la Universidad. Y La operación ‘Secretaria encubierta’, llegó a su fin, alguien de la reunión de protesta siguió a Anaflora Jiménez descubrió su muy buena andanza para el beneficio de la U y en detrimento de algunos objetivos del sindicato.
Cuando ella regreso a la protesta sindical del día, la esperó un corito celestial ¡Sapa, sapa, sapa, Anaflora Sapa!
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