Por: Álvaro Rojano
Rafaelito, como se le conoce a este hombre de 87 años, afirma que cuando quiso ir a la escuela pública, ya había comenzado a leer en la escuelita privada de Anita Núñez. Señala, además, que tenía seis años cuando descubrió el don que tiene la lectura, la que, sin salir del lugar donde nació, lo ha llevado a pasear por el mundo.
Fueron Miguel Altamar, Ildefonso Rivera y José Santander, sus profesores de la primaria, quienes continuaron llevándolo por los caminos de la lectura. Con ellos conoció las cartillas número dos, tres y cuatro, las que, tras leerlas e interpretar su contenido, culminó el cuarto que era el último curso de la primaria. De la uno no supo porque con lo aprendido donde Anita Núñez lo matricularon en el segundo grado.
Después de terminar la primaria no se olvidó de leer porque encontró la oportunidad para hacerlo en El Heraldo, que su padre, el navegante por el río Magdalena, Rafael Núñez, compraba todos los días. También en las novelas de vaquero, teniendo como autor favorito a Marcial Antonio Lafuente Estefanía. Avanzando en la lectura descubrió a Jorge Isaac, cuya novela, María, es su favorita. También a Gabriel García Márquez, de quien admite haber leído en varias oportunidades Crónica de una Muerte Anunciada, así como a parte de los clásicos de la literatura y otros autores mundiales.
Después se encontró con los poetas e hizo de Julio Flórez, su favorito. De este aprendió un poema, Verdad Amarga, que declama con fuerza, sin trastabillar, sin que su mente lo traicione:
Yo quisiera ver lo que he mirado
a través del cristal de la experiencia
el mundo es un mercado en que se compran
honores, amistades y conciencias.
Amigos, es mentira: no hay amigos
la amistad verdadera es ilusión
ella cambia, y también desaparece
con los giros que da la situación.
Amigos complacientes sólo tienen
los que disfrutan de ventura y calma
más aquellos que abate el infortunio
sólo llevan tristezas en el alma…
Pero no solo lo ha alojado en su memoria, lo tiene escrito asegurándose de que cuando la mente comience a fallar sabrá donde encontrarlo y leerlo con el mismo interés que hoy lo hace.
Lo suyo es un ejemplo para quienes creen que los libros son un asunto pasado de moda. Nos ahoga la inmediatez, el afán de lucro, nos impulsa el facilismo. Incluso, algunas redes sociales inducen a entender que no debemos razonar, solo observar.
Rafaelito, que lleva 81 años leyendo, echa mano de una frase, de la que no sabe su autor, para aconsejar a quienes carecen de interés por la lectura:
¡Dichoso aquel que lee un buen libro, porque de él será el reino de los sueños!