*La Universidad del Magdalena hace dos días, -10 de mayo-, cumplió 60 años de existencia, por sus pasillos y oficinas hay miles de historias contadas y por contar, una de ellas que se revela con motivo de la histórica fecha nos la entrega, Ericktand Rodríguez Rodríguez, uno de sus funcionarios insignias y que en edgarsalas.com.co nos atrevemos a publicar como un homenaje a la amada alma máter.
Por: Ericktand Rodríguez Rodríguez*
Entre las tareas de la oficina de Recursos Humanos estaba indudablemente la liquidación de Nómina de docentes de planta y ocasionales, catedráticos, oficiales y administrativos de la Universidad. Esta sin duda que era una de la más importantes actividades de esta dependencia, que para los años 1999 o 2000 dirigía Isabel Castañeda de Charris y sus más cercanos colaboradores eran Carmen Helena Escobar Gómez, la popular ‘Mencha’ y Eduardo Ropaín Munive, los dos eran los responsables de todo lo relacionado con la liquidación y elaboración de la Nómina, una tarea compleja, puesto que la inexistencia de adecuados sistemas de información hacía que esta maniobra fuese prácticamente manual.
Uno de los pocos computadores asignados a Recursos Humanos lo manejaba Eduardo, un ingeniero de Sistemas que diseñó una aplicación casera para tratar de optimizar el proceso y lo acompañaba una impresora de puntos que demoraba más en imprimir el mamotreto de hojas que componía la nómina que el tiempo utilizado para su liquidación.
Un día cualquiera de final de mes, estaba la Nómina lista, elaborada y organizada para su trámite financiero y pago en Tesorería. Eduardo ya se la había pasado a la ‘Mencha’ para la última revisión, ella la había colocado sobre su escritorio mientras atendía la acostumbrada visita del profesor Armando Lacera Rúa (qepd); sus conversaciones eran largas y memorables, sin tapujos ni secretos, todos escuchábamos sus risas y comentarios, como si estuviésemos en el mismo conversatorio.

El profesor Lacera, había puesto sobre el escritorio de la Mencha, los documentos y libros que traía con él -que siempre un montón-, mientras seguían animados en la conversación, al final de la misma toma su mundo de papeles y se fue a seguir su rutina académica, mientras que la ‘Mencha’ atendía a unos pensionados que llegaron a buscar información para unos sindicalistas que los esperaban.
Cuando Carmen Helena terminó de atender al personal que la requería, procedió a hacer la revisión de la Nómina pendiente, hecha una ojeada a su escritorio y no la ve, llama a Eduardo y le pregunta que, si él la había cogido, busca y rebusca en su escritorio, vacía las gavetas, mira el piso, le pregunta a todos los que estaban en la oficina y la Nómina ¡había desaparecido!
La Mencha ya desesperada gritó ¡Nojoda, ¡quién se robó esa hijueputa nómina!, la oficina se paralizó todos en función de la búsqueda, nadie la encontraba, el mamotreto de hojas liquidadas había desaparecido.
La aplicación en la que se apoyaban para la liquidación de la Nómina tenía para la época sus deficiencias, así que una nueva impresión significaba volver a liquidar ciertos factores que no se guardaban, cálculos que había que volver a hacer y nuevamente el proceso tortuoso de impresión; Eduardo no vio otra opción que volver a iniciar, había que pagar al día siguiente y no había tiempo que perder, el día transcurrió en medio de la rabia, la desesperación, la angustia y el silencio, nadie se atrevía a hablar.

La noche les llegó rápidamente, Eduardo trabajaba sin parar, La Mencha lo acompañaba, la madrugada fue el momento en que se inició la impresión, había que estar pendiente para que no se trabaran las hojas y la luz del nuevo día los encontró organizando finalmente la nueva nomina, la cual siguió su proceso y ya más nadie habló de ello.
Muchos días después el profesor Lacera, revisaba unos documentos en su laboratorio de Química; quienes tuvimos la fortuna de conocerlo, conocíamos su histórico escritorio, la cantidad de libros, investigaciones, informes, calificaciones, comunicaciones recibidas y copias de las enviadas, hacían de esa mesa un sitio que nadie se atrevía a tocar, ese era su mundo, él tenía terminantemente prohibido a Rosita y a Edith tocar los papeles que ahí estaban. Muchos estábamos convencidos que, entre esa montaña de documentos, muchos de ellos amarillos por la antigüedad, debía tener hasta su ‘partida de nacimiento.
En el momento de su revisión, el profesor Lacera observa unos papeles que no reconocía, los toma, los abre y es cuando se da cuenta… “Ñerda esta vaina es una Nómina” dijo en voz baja y se preguntó entonces ¿Ajá y esta vaina qué hace aquí?, se puso a pensar un momento con esa mirada de genio que siempre traspaso fronteras y rememoró y cayó en cuenta que fue él quien había tomado junto a sus documentos dicha Nómina de la oficina de la Mencha cuando fue a visitarla a la oficina de recursos humanos.
El profesor Lacera sabiamente decide: ¡Nojoda yo no llevo esta vaina donde Mencha porque me mata! Así que dejó pasar un tiempo prudente regreso a su acostumbrada visita a la oficina de su amiga del alma. Arribó con la misma sonrisa, la misma mamadera de gallo y la misma familiaridad a Recursos Humanos, le muestra a la Mencha los papeles y le dice “Mencha yo fui el que me llevé la Nómina, que vaina tan jodida no…”. Risas …

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