Santa Marta tuvo una época de oro en donde el ágora del conocimiento para todo caribeño era el colegio Liceo Celedón, a lo que se sumaba su capacidad portuaria y el poder que significaba la actividad bananera. Todo ese conjunto provocaba la visita de todo tipo de personajes y entre ellos una piedra filosofal, el vallenato y con él la parranda.

La familia Vives, cuna de elocuentes oradores y gente de gusto por el vallenato, era dada a organizar parrandas, la cuales cada año eran amenizadas por juglares que no solo cantaban, sino que recreaban historias que iban desde Francisco El Hombre hasta los primeros acordeones que arribaron a puerto desde Alemania.

Rodrigo, José Ignacio ‘Nacho’ y Luis Aurelio Vives, eran anfitriones de lujo, hasta el punto que en una de esas parrandas el maestro Leandro Díaz sería tocado por la musa para componer La Parrandita

Tenemos a Chema Gómez aquel pionero

Que toca la concertina con maestría

Le canto a Rodrigo Vives  Echeverría

El hombre que pa’ beber escoge el día

Le gusta escuchar un buen acordeonero

Un saludo a Rafael Penso el parrandero

Que sabe calificar una melodía

Un saludo a Rafael Penso el parrandero

Que sabe calificar una melodía.

Si bien el maestro no menciona a Luis Aurelio, el médico siempre estaba en esas, y a su lado muchas veces su hijo Carlos Vives Restrepo, es esa imagen la que creció con el artista y lo forjó y formó para ser quien es hoy, el mejor embajador del folclor vallenato con su agrupación La Provincia y su canto mundialmente famoso.

En las últimas horas se conoció de la muerte de don Luis Aurelio, el papa de Luis Francisco, Juan Enrique Guillermo y Carlos, Carlos que siempre ha hablado de todo por lo que le pregunta, siempre ha conservado a su padre en un sitial único y especial.

En el año 2018 en dialogo con Hola Colombia  habló de la distancia que provocó haberse convertido en un cantante famoso   “Nos separamos porque él se quedó viviendo en Santa Marta, nuestra ciudad natal, yo me fui a vivir a Bogotá, eso nos apartó un poquito en distancia, no en sentimiento”, y agregaba “Como a mí me habían dicho que no iba a triunfar, bueno, que iba a ser exitoso, pero solamente en Colombia, yo pensé: ‘Perfecto, podré estar cerca de mi papá y no me tendré que ir’, pero como se equivocaron, tengo que estar por todas partes”, dijo con una sonrisa.

Allí Carlos contaría del Parkinson que afecto los últimos años a su viejo y el deterioro que esa enfermedad le produjo “Él tiene 86 años, pero tiene un problema. En los últimos años ha sufrido un Parkinson y entonces eso me lo ha debilitado, pero ahí está él, ahí sigue su alma”.

El cantante samario recibió con estoicismo el interrogante sobre una posible despedida de su padre y aseguró estar preparado. “Sí, claro que sí. Lo he llorado tantas veces. Lo lloré desde la primera vez que me fui y yo era muy niño. Siempre llora el papá, porque estaba lejos y guarda uno los recuerdos de cuando uno vivió con él. Entonces llorarlo, ya le he llorado bastante”, comentó con tristeza.

Hoy al conocerse de la partida definitiva del padre, del amigo, del parrandero, del médico de la ciudad, del samario Luis Aurelio muy seguramente Carlos Vives llorara otra vez a su padre, ese que de parranda en parranda le dio las bases para ser lo que es hoy al servicio del folclor Caribe, colombiano y del mundo.