Por: Álvaro Rojano

Cuando Rafael Medina Rodríguez regresó a Pedraza, Magdalena, a principios de siglo XX, se hizo acompañar de una banda de viento, la que, con su música, alteró la monotonía de este pueblo ubicado a orillas del río Magdalena. Su llegada fue el preludio de un proceso musical que se extendió, en este lugar, por parte de ese siglo, y que aún muestra sus huellas en el Caribe colombiano, porque este, con su condición de maestro de música, fomentó la aparición de un número importante de músicos y la creación de tres bandas de viento en esta localidad.

Medina, que en sus inicios fue intérprete de un acordeón y animador de los merengues que organizaban los fines de semana en Pedraza, tras regresar de Panamá, donde fue a estudiar música, encontró en el lugar donde nació un grupo humano con el que conformar, en 1905, la primera banda de viento en la sub región del río, en el departamento del Magdalena. Esa es la que reseñan que en 1908 acompañó al gobernador de Barranquilla, José Francisco Insignares Sierra, quien regresaba en un barco a esa ciudad, tras visitar a los municipios a orillas del río Magdalena, que recién había sido incorporados a este naciente departamento. 

Las bandas de viento en Colombia hacen parte del sentimiento musical del país desde hace mas de 100 años// Foto Cortesía//

Pero el maestro Medina no hubiera logrado la consolidación del proceso educativo sin el material humano que encontró en su pueblo. Fueron tantos los interesados en ser músicos que la banda de viento “25 de enero” debió ser dividida entre la del barrio Arriba y Abajo, de la que hicieron parte músicos pertenecientes, especialmente, a las familias Barrios, Ruiz y Medina.

Entre estas familias, la que mayor número de miembros aportó fue la Barrios, incluyendo entre ellos a los directores de ambas bandas, Pedro Charris y José Antonio Barrios Barros. Este último, además de bombero, era auspiciador de la agrupación, lo que hacía comprando los instrumentos musicales que cada miembro utilizaba. Además, fue padre y abuelo de los también músicos, Juan Antonio, y José Antonio Barrios (hijo de este último), destacado compositor y director de la banda San Jerónimo de Ayapel, donde es recordado como un referente cultural, y un eximio interprete del clarinete.

A esta misma familia, también, perteneció Luis Llach Herrera, ejecutante del marcante en la banda departamental del Magdalena, así como Eugenio Camargo, quien interpretaba el bombardino. También lo era el trompetista Nicolás Herrera Jiménez, quien se radicó en Achí, Bolívar, donde se destacó como músico de la banda de viento denominada “19 de marzo”.

Álvaro Rojano recoge en su crónica un sentimiento puro del sonido de la música de viento pegadito al rio Magdalena//Foto Panorama Cultural PC//

Otros músicos de la misma cepa fueron Ernesto Manuel Barrios Herrera, intérprete del redoblante, José y Rafael Núñez y Abel Tapias. A los Barrios también perteneció Pedro Altamar sobre quien mencionan, los que lo recuerdan, que tocando el bombardino no tuvo quien lo superara. Altamar fue profesor de los miembros de la banda de viento de Sitionuevo, Tenerife y de Heredia, en el Magdalena.

Otro músico importante fue el trompetista Nicolás Herrera Barrios, a quien apodaron “Boca de Acero” por su capacidad como músico y por lo incansable cuando tocaba. Conformó la primera banda de viento en Aracataca, en 1923 y 1924, además, fue profesor de la banda de los Villanueva, a la que perteneció Manuel Villanueva, en Barranca Nueva. Murió envenenado, por envidia, por un músico en Barrancabermeja.

En las familias Ruiz Tapias y Ruiz Santander también hubo un grupo de músicos que hicieron parte de las tres de las bandas. De la primera lo fue Gregorio Ruiz Tapias, que tocaba el bombo, mientras que a la del barrio Abajo pertenecieron los hermanos Gregorio, Eladio y Pedro. El primero fue bombero, Pedro, fue un prolífero por su parte músico debido a que tocaba el bombo, los platillos y el redoblante. Eladio, por su parte, fue un destacado ejecutante de la trompeta, compositor y arreglista. Varias son sus composiciones, entre ellas, los foxtrots “Auristela”, “Teresa”, “Delia”.

En Bogotá, perteneció a la orquesta Ritmos Costeño, también fue músico en Magangué, Plato, en la Zona Bananera. Dirigió, con otro músico pedracero y pariente suyo por línea materna, Virgilio Santander Martínez, una banda de viento en Calamar, de la que formó parte hasta los últimos días de su existir.

Las bandas de vientos y su sonido traspasan fronteras, aquí una de Coamitla Huautla hidalgo México// Foto Cortesía//

En la familia Medina, además de Rafael Arturo Medina Rodríguez, fueron músicos su nieto Hermógenes, su hermano Joaquín, además, Ángel Lisandro, que tocaba el bombardino, y Diógenes Medina Sánchez, que era clarinetista. El profesor Medina, además de su vocación educativa, de interpretar todos los instrumentos, fue un prolífero compositor de marchas, valses, pasillos, bambucos, porros, gitanillos, fandangos, cumbias, foxtrots, rumba, guabina, danza y corridos.

Antes de morir, el músico originario de Concordia, Magdalena, Pedro “Pello” Colón, recordaba y tarareaba, acompañado de un redoblante, algunas composiciones de su maestro, Rafael Medina, mencionaba el vals llamado “Paulina”, que fue famoso entre las bandas de la zona de Pedraza; recordaba el nombre del foxtrot “Broche de oro”, de una danza llamada “Zoila Rosa”, de un pasillo conocido con el nombre de “Dos almas unidas”, de una cumbia titulada “Ron Bolívar”. Otra canción de su autoría era “La trampa”, que es una rumba, un vals, Onil, que dedicó a la hija de su copartidario liberal y amigo en Pedraza, Manuel Mendoza.

Rafael Medina era un hombre polifacético instrumentalmente y sabia de todos los instrumentos y todos los sones// Foto Panorama Cultural PC//