En Colombia el asesinato de la madre del estilista y del estilista es la noticia. Esos dos asesinatos espantosos, execrables y espeluznantes deben ocupar titulares, no cabe duda. Pero también decenas, cientos de asesinatos “por cada cien mil habitantes” deben ser la noticia día a día, los titulares.
Por: Álvaro González Uribe*
En su lujosa residencia del municipio La Calera cerca a Bogotá en escabrosas circunstancias el estelar estilista Mauricio Leal fue asesinado conjuntamente con su madre (él era el famoso, no su madre…) por alguien que resultó ser su hermano y también el hijo de su madre. Noticia en desarrollo…, laaaaarrrgo desarrollo.
Esa más o menos y con tales énfasis fue la noticia que registraron muchos –muchísimos– medios de comunicación y que siguen registrando día a día cual telenovela estelar al estilo del estilista con todos los elementos macabros y de suspenso de rigor incluyendo presunto lavado de activos –cómo no iba a haber si es Colombia– y más elementos porque esperen el próximo capítulo. Sí, detalle por detalle, escalón por escalón de las escalas, puñalada por puñalada, sábana por sábana y almohada por almohada y la cobija y el baño y el trapero y el frasco de Fabuloso medio lleno, y también la empleada, el portero, el conductor, el otro hermano, y no fue el mayordomo porque no había, y hablan consternados los clientes y clientas de la realeza de belleza y de la farándula y de la política, y hasta nos cuentan detalles de la vida del fiscal que conoce el caso, y, claro, alocuciones del mejor fiscal general de la historia de Colombia porque ¿cómo desaprovechar este despeluque ala mi rey? Y la prensa…, es lo que vende: “que detalle por detalle mandan a decir de la Dirección que esto da para mucho más y hay que sacarle toda la capul posible”.
Claro que horroroso el crimen, fue un crimen. No pretendo burlarme ni minimizar los hechos, Dios me libre de ser insensible, solo es mi manera de resumirlos y, además y sobre todo, de resaltar la exageración monotemática de la prensa –en especial de El Tiempo de Bogotá– que repite y repite y reitera y pormenoriza día tras día la noticia y sus arandelas y canutillos y lentejuelas en medio de un país que se desmorona por todas partes. Inevitable no recordar los también dolorosos, pero también taquilleros casos del joven Colmenares y el más reciente de la joven que igualmente en Bogotá arrojaron desde un carro. Estoy seguro de que ya más de un productor está armando la serie de Netflix, “El crimen del leal peluquero”. O algo así.
Es la noticia. Lleva dos meses siendo la noticia. Por encima de muchas otras. Por encima de masacres, explosiones de carros bomba, violaciones, tragedias invernales, aparatosos y mortales accidentes de tránsito, y otros asesinatos. De cientos de asesinatos más con víctimas quizás algunos también estilistas o peluqueros y barberos de barrio qué más da. O de sus madres. O de sus clientes. Es que casi todos vamos donde el peluquero. Y lo matan… O donde la peluquera. Y la matan. Todos vamos a alguna parte adonde alguien. Y los matan. Y nos matan. Asesinatos, muchos asesinatos de madres, hermanos, hijos, amigos, colombianos, venezolanos, qué más da. Los matan.
El asesinato horrendo –todo asesinato es horrendo, aunque haya unos más taquilleros que otros– del estilista Mauricio Leal y su madre a manos de su hermano e hijo sin duda es la noticia. Es la historia de Caín y Abel, pero en este caso también de Eva. Sí, Caín y Eva hubiera podido ser en la Biblia qué horror. Y David mató a Goliat con una honda, qué horror. Y Abraham casi mata a su hijo Isaac con arma blanca, qué horror. Y llovió fuego sobre Sodoma y Gomorra qué horror. Y el sabio rey Salomón hubiera partido en dos mitades a un bebé con arma blanca y larga de no ser por su verdadera madre que madre solo hay una, menos mal. La muerte, siempre la muerte violenta, qué horror, con una quijada, con una onda, con arma blanca, con fuego ventiao y arrojao, con una flecha, con una saeta, con una bala, con lo que sea, qué horror qué horror qué pena, Mambrú se fue a la guerra. A que lo mataran.
La historia de Colombia, pero también de la humanidad es una crónica roja. Historia roja. La gran historia de Colombia y las pequeñas historias de Colombia que en últimas conforman la gran historia de Colombia. Y de la humanidad entera.
En Colombia el asesinato de la madre del estilista y del estilista es la noticia. Esos dos asesinatos espantosos, execrables y espeluznantes deben ocupar titulares, no cabe duda. Pero también decenas, cientos de asesinatos “por cada cien mil habitantes” deben ser la noticia día a día, los titulares.
(En la madrugada del lunes pasado fueron asesinadas cuatro personas en Santo Domingo, Antioquia, con arma de fuego sin mediar palabra, dicen, vaya uno a saber si medió o no palabra y qué importa, los mataron, les quitaron la vida. Y el miércoles también pasado por la noche en la localidad de Bosa en Bogotá un hombre también mató a su madre con un ladrillo –sí, con un ladrillo– mediando palabra, ahí sí es claro que mediaron palabras, de alto calibre, insultos y clamores incluyendo los ladridos del perro de la madre a quien también mató el asesino ya confeso. Qué horror.).
En el Magdalena el año empezó bañado en sangre, en la Zona Bananera masacran a padre, madre e hijo, en Guamal tío, sobrino y trabajador, en Santa Marta, solo hace unas horas capturan al feminicida de Mónica Contreras, el recorrido de la muerte no se detiene.
Los colombianos normalizamos el asesinato, de a uno, de a tres o de a miles; de esta o esa manera; al tiempo o en cuotas. ¿La madre, el hermano? ¿El enemigo, el eneene? Sea de quien fuere y como fuere, lo normalizamos. Y no, no puede ser así, no podemos seguir permitiéndonos que los hechos espeluznantes, que los pelos de punta nos sean tan fácilmente motilados y peinados como si nada, o cubiertos por una peluca entre candilejas y farándula cuyos destellos impiden la visión del panorama total y más doloroso por general y constante.
Tarea social: Ver cada asesinato como lo que es: una inmensa tragedia.
*Periodista, abogado y escritor-@alvarogonzalezu
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