*La Fiscalía General de la Nación tomó la medida de precluir la investigación en contra del exrector a través de Mónica Jiménez Granados, la fiscal a cargo, que consideró que: “existe una duda razonable en el caso de los tres asesinatos ocurridos en la Universidad del Magdalena por falta de pruebas».
El 14 de mayo del año 2001 a las afueras del hospital Julio Méndez Barreneche en el ala donde hoy atienden urgencias, estaba Carlos Eduardo Caicedo Omar, era un muchacho desgarbado, detrás de sus lentes había una mirada de angustia y tristeza, esperaba un reporte del triste suceso que acabó con la vida de vicerrector Julio Alberto Otero Muñoz.
Si bien se llegaba en busca de reacciones con motivo del asesinato del profe Otero baleado en el mirador norte del camellón de la bahía samaria, en momentos en que paseaba con su esposa, María Escandón, y uno de sus hijos, el ambiente consumía los ánimos, la conmoción era total y la angustia del joven rector de la Universidad del Magdalena era comprensible.

Julio Otero Muñoz, era uno de los hombres de mayor confianza de Carlos Caicedo, el líder sindical de los empleados entró a su equipo para ser Vicerrector Académico y luego nombrado Vicerrector de Investigación. Con los días Caicedo y Otero hicieron fuerza de trabajo, Julio Otero también estuvo encargado de la rectoría en múltiples oportunidades. Entre los años 1999-2000 fue -por designación de la rectoría- representante de la Universidad del Magdalena ante la Red de Universidades Unidas por la Paz, Redeunipaz, y había organizado, un año antes de su deceso, el encuentro de la Red en la ciudad de Santa Marta, también presidió el Comité de Refundación del Plan Decenal de Desarrollo de la Universidad que orientaba la rectoría. Por lo tanto, su muerte fue un duro golpe para Carlos Caicedo Omar.
Ante el crimen el comandante de Policía de la época coronel Luis Mesa Contreras, dijo a la prensa que no descartaba que el crimen del directivo universitario hubiese sido cometido por la guerrilla o por los paramilitares. Aunque se desconocía si el vicerrector estuviese amenazado.

Un año antes el 28 de mayo el asesinado fue Hugo Elías Maduro, había ingresado a la universidad desde el año 1990, si bien con el tiempo a Hugo se le creó una aureola de gran líder estudiantil, muchos de sus compañeros en la U tienen otra visión que, de seguro al decirlo hoy, se volverá a abrir el debate, lo cierto es que jamás debió morir asesinado, porque nadie tiene derecho a quitar la vida a otro. “Hugo manejaba a la perfección el ideario de ir en contra de todo, para eso se unió a profesores que defendían sus propios intereses, pero a la U que se la llevara el diablo”, dice un ingeniero civil consultado antes de escribir esta nota.
Hugo estuvo detenido por el presunto delito de porte ilegal de armas, material de intendencia y rebelión por presuntos vínculos con el ELN. El rector Caicedo y un grupo de universitarios encabezaron una gestión para que este saliera de la cárcel. Luego de su salida estuvo alejado de la universidad y se reintegró a finales de 1999 para terminar su tesis, actividad que desarrollaba cuando fue asesinado en el año 2000.
Para la época en Santa Marta el mando paramilitar era tenebroso y en cada esquina se escuchaba con facilidad, “todo lo que huela a guerrilla hay que darle”, muy lastimosamente a este muchacho los violentos lo metieron en esa lista y cumplieron con su propósito de asesinarlo.

Por el homicidio de Hugo Maduro fueron condenados Gelmet Sait Hincapié de la Cruz y Luis Carlos López Castro, los dos sicarios estaban bajo las órdenes de Clan Rojas y Hernán Giraldo Serna, que tiempo después en las audiencias de versión libre ante la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía, Adán Rojas Ospino y sus hijos Rigoberto, Adán, José Gregorio y Camilo Rojas Mendoza, confesaron ser los autores de asesinatos cometidos contra dos docentes y el alumno de la Universidad del Magdalena y que éstos fueron ordenados por Hernán Giraldo y Carlos Castaño y ejecutados por ellos como brazo urbano armado de la organización paramilitar en la ciudad de Santa Marta.
Pero la mano negra del paramilitarismo tenía aún guardado otro hecho fúnebre y entonces el 5 de septiembre del año 2002, es decir solo cuatro meses después del asesinato de Julio Otero, la victima de las balas asesinas fue el decano de Educación Roque Morelli.
Morelli Zárate, fue un reconocido líder estudiantil del Instituto técnico Industrial en Santa Marta, secretario de la Juco en el departamento y miembro de la Unión Patriótica compañero del dirigente de ese movimiento también asesinado, Marcos Sánchez. En la Universidad tuvo una carrera académica exitosa docente catedrático desde 1996 y por tres años 1997, 1998 y 1999, Carlos Caicedo lo designa para que sea su Vicerrector del Programa de Educación Abierta y a Distancia, luego decide que sea su Decano de Educación y allí permaneció hasta el día de su homicidio en septiembre del 2002.

Roque Morelli, era otro integrante de la directiva de UNIMAGDALENA cercano al rector Caicedo y eso se nota en las decisiones y designaciones que le dio en su tiempo de trabajo juntos, por ejemplo, el coordinador de la Red de Universidades por la Paz Redeunipaz en reemplazo de Julio Otero, quien había sido asesinado en 2001.
Con la decisión de la Fiscalía de precluir todo proceso en este caso contra el Gobernador del Magdalena Carlos Eduardo Caicedo, también se le da fuerza a muchas cosas que han pasado y que, para ya hoy no contradictores, sino enemigos políticos y personales del fundador de Fuerza Ciudadana, tienen doble relevancia.
Por ejemplo, José Gregorio y Adán Rojas Mendoza, detenidos en la cárcel Modelo de Barranquilla, hace algunos años pidieron perdón a las familias de las víctimas, “esos crímenes fueron cometidos por órdenes recibidas. A nombre de mi familia, a nombre de las ex autodefensas unidas de Colombia, pido un perdón general por cualquier daño que hayamos ocasionado tanto a los profesores que en nuestro entendimiento son las personas que tienen que ayudar a todos los alumnos avanzar en la sociedad a ser otras personas diferentes, también tuvimos que accionar en contra de ellos en el caso del señor Morelli en el caso de la estudiante Lesvia Polo Barcenilla; hemos pedido perdón por todos ellos, nuevamente lo ratificamos. Nosotros no andábamos matando por matar. No éramos gatillo loco. De pronto teníamos malas informaciones, las cuales verificábamos a través de nuestra red de inteligencia, pero si alguien señor fiscal nos hacía caer en un error señor Fiscal, ese también se moría”. Dice uno de los espeluznantes testimonios.

Es un piano de cola el que se le quita al exrector de la Alma Máter, pero también es un gran alivio social para su familia, su exesposa Elisa Villarroel, no escatimó celebración, y se entiende, sus hijos nacieron en medio de ese oscuro mensaje que alguna vez, tuvieron que leer, ver en televisión o escuchar de otros, donde se decía que su papá era un presunto asesino.
En su partido Fuerza Ciudadana y en las redes sociales se hace tendencia el #CaicedoInocente, su hermana Patricia brinca de la dicha, sus más cercanos aliados Rafael Alejandro Martínez, Ingrid Aguirre y toda la tropa naranja, celebran, no es para menos, esta sí que era la madre de las guerras del señor Caicedo y la ha ganado dos décadas después.
Carlos Caicedo Omar, no es un hombre fácil, se tejen todas las historias a su alrededor, de su genio y temperamento, de su máxima exigencia, de su trato y de su forma de gobernar, de que si tiene amigos o no, de que si confía en alguien o no, todo eso hace parte de la vida misma, sin embargo hoy es bueno ponerse en sus zapatos y entonces dejarlo gozarse el momento, vivir estas horas bajo el abrazo de la inocencia, sentir y saber que ya nadie podrá sindicarle, acusarle, presumir, que algo tiene que ver con los muertos de la Universidad.

Caicedo ha soltado las cadenas. Es un hombre inocente.
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